NO era un rodaje publicitario, era una fiesta que acabó en cárcel

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La semana pasada, en vísperas del Ramadán, los termómetros estuvieron a punto de fundirse en Dubái. La foto de dieciséis rubias completamente desnudas en el balcón de un rascacielos provocó más de un sofocón en el mundo musulmán y una gran curiosidad por saber quién estaba detrás.

A medida que iba filtrándose más material gráfico –incluido el vídeo del vecino indiscreto, que no falla jamás– empezó a temerse por las chicas, que dijeron ser modelos ucranianas. De las die­ciséis Evas, solo cuatro acertaron a abandonar el país antes de que estallara el escándalo, mientras que el resto dieron con sus huesos en la cárcel.

No todo vale en el emirato más abierto, que este año permite ya comer en Ramadán sin esconderse

Aunque se arriesgaban a una larga condena, la última de las doce arrestadas habría sido de­portada este martes, coincidiendo con el primer día del mes
de abstinencia. Ayuno que, a juzgar por sus opiniones acerca del arroz hervido de la celda y el color de su salsa, no habrían tenido inconveniente en acompañar.

Pocas han querido abrir la boca, pero las que lo han hecho se han mostrado furiosas con el organizador, también ucraniano, al que los medios de Kíev identifican con el empresario e intermediario Vitaly Grechin.

Alguna de las modelos parecía saber mejor que él dónde pisaba, pese al brillo engañoso de los yates y fachadas de Dubái. “Nos forzó a salir desnudas al balcón. ¡En un país árabe! Dijo que él era el que pagaba”, estalló una vez a ­salvo Irina Sotulenko, una de las contratadas para la sesión.

En una de las fotos que ha trascendido, aparece el tal Grechin, de 41 años, vestido en su suite o apartamento, tocando un piano de cola blanco. Y arremolinadas a su alrededor, las mismas tortolitas del balcón, tal como vinieron al mundo.

Pero incluso en la planta cuarenta, nada garantiza la privacidad si los edificios de alrededor tienen más pisos. Todavía menos en la era de las redes sociales.

En el colmo de la imprudencia, fue el propio Grechin quien colgó en Instagram, como reclamo, su fantasía de Playboy. Un fondo arquitectónico que fue identificado rápidamente con la marina de Dubái, disparando las alarmas.

Aun siendo el más liberal de los emiratos, no es Kíev, ni Barcelona, ni Las Vegas. Tanto es así que, el verdadero striptease de este año en Dubái es que, por primera vez, los restaurantes no están obligados a tapar a los comensales con una cortina a la hora del almuerzo, como se hacía para no ofender a los que guardan ayuno.

Al ver la foto en las redes “muchas corrimos al aeropuerto”, han explicado las jóvenes. Ya estaban en la terminal cuando re­cibieron un mensaje tranquilizador, que las instaba a volver a la ciudad para prestar declaración. Las que lo hicieron, luego fueron llevadas al calabozo.

No está claro si el empresario corrió la misma suerte. El foco ­recayó sobre él, una vez superada la conmoción ante tanto trasero desnatado posando como para un anuncio de yogur.

Según medios de su país, Vitaly Grechin viviría permanentemente con diez de las modelos, por si surge alguna foto urgente. Estas son profesionales adaptables y lo mismo que se exponen al ­bochorno del Pérsico se prestan a jornadas no menos intensivas en una estación de esquí de los Cárpatos, como se ve en la red.

Los padres de la joven abogada, a quien creían en viaje de negocios, todavía están en shock.

Finalmente, al filo del Ramadán, las ucranianas –amenazadas de muerte por otras presas– habrían sido multadas –al parecer, 1.200 euros– y deportadas.

El caso es que, según el portal ucraniano Strana, Grechin no es nuevo en el negocio y los ser­vicios que brinda parecen tener muy buena acogida en la Rada, el parlamento de Kíev.

Los vínculos políticos del personaje, seguramente exagerados, sorprenden casi tanto como su foto con George Clooney haciendo espaguetis. Grechin –que se educó en EE.UU. y sirvió en su ejército– volvió a Kíev para trabajar en la embajada estadounidense, no sin antes retratarse junto a Obama o Hillary Clinton como donante en sus campañas.

También asegura ser amigo de los hermanos Klichkó, boxeadores metidos a políticos y partidarios de acercar a Ucrania a la OTAN de un buen derechazo.

Fuente: La Vanguardia