Los penaltis fueron la llave de cuartos para Marruecos, cuya celebración tuvo su epicentro en Casa Árabe de Madrid, donde se congregaron un centenar de personas. Sus gritos de júbilo se pudieron escuchar hasta en Qatar y el buen rollo fue la tónica dominante de un partido donde muchos ganaban sí o sí, porque los había nacidos en Marruecos y residentes en España desde niños. Muchos de los allí presentes tenían el corazón partío. Hubo aficionados con banderas, camisetas, la cara pintada, para dar color a una carpa habilitada para la ocasión, que nada tuvo que envidiar a la grada del Ciudad de la Educación, y a la que también acudieron Irene Lozano, directora de Casa Árabe, y Malek Twal, embajador de la Liga Árabe en nuestro país. Mismo ambiente, mismos decibelios, misma ilusión.
“Hemos sufrido, pero bueno… nosotros hemos vivido cosas peores que los penaltis. Y si hemos podido con España, también podremos con Portugal”, explicó emocionado Solaiman Abirkan, de 32 años, marroquí afincado en España desde los 3. Sus abuelos, sus raíces, ya fallecieron y hoy los tuvo presentes durante el encuentro. “Soy muy futbolero, soy del Madrid”, confesó. “¡Anda, yo también!”, afirmó Sarah Chaaiby, que lucía un vestido verde y un abrigo rojo, los colores de su bandera. La misma que llevaba dibujada en su mejilla. Ella no quería llegar a los penaltis, pero los vivió acompañada de otros compatriotas. La marroquí lleva tres años viviendo en Madrid, donde estudia Nöro Marketing y su español es fluido. “Viva Marruecos y Viva España. Tenía claro que ganase quien ganase lo iba a apoyar hasta el final, ahora más”, sentenció exultante tras esta sufrida victoria.
Que no era un partido más se notó desde media hora antes del pitido inicial. Casa Árabe congregó a decenas de periodistas, entre ellos Burak Akbulut de la Agencia Anadolu turca y Muath Hamed de la televisión catarí Alaraby, que acudieron a pulsar el ambiente. “¡Ambientazo!”, coincidieron. Una de las primeras en llegar fue la marroquí Sarah Mahmou, junto a su esposo Omar y sus dos hijos. El tercero viene de camino. Los pequeños veían tranquilos los dibujos en el móvil, mientras que sus padres estrujaban una bandera con sus manos en cada ocasión errada o acercamiento rival. “¡Vamos Marruecos! ¡Ahora tiene que ganar el Mundial! Es la primera vez que visitamos España. Vamos a estar cinco días de turismo y nos hemos venido a verlo aquí. Marruecos y España somos como hermanos”, chapurreó en inglés.
No fueron la única familia allí reunida. También los Moflih vibraron con el Marruecos-España, intercalando los selfies —se alternaban una gorra roja— con los vídeos. “Unos amigos nos hablaron de Casa Árabe y no podíamos fallar. Ha merecido la pena”, esgrimió la matriarca. Y es que el horario (16:00) y el lugar (frente al Retiro) propiciaron esta buena entrada. Los aplausos y los gritos se sucedían con las llegadas de uno y otro equipo, siendo el culmen la prórroga y los penaltis. Uno de los más ruidosos fue el grupo de Zakarias, que vive en Vistalegre y estuvo rodeado de cinco amigos más. Marruecos creyó y lo consiguió. Su pase a cuartos desató la locura en la carpa y se sucedieron las felicitaciones de los españoles que vieron el duelo junto a ellos. Ambas aficiones dieron la lección más importante, la de la deportividad.