Por cada partido que Eden Hazard juega en el Real Madrid, se pierde otro por lesión. La aritmética es muy simple. Con esta ausencia ante el Celtic por “molestias musculares”, según la versión del club, el belga se ha ausentado por lesión de 72 partidos del equipo blanco desde que fichó en el verano de 2018. Son exactamente el mismo número de encuentros de los que ha jugado (72). Si el próximo lunes no está en la convocatoria para Vallecas en el retorno a la Liga, la balanza se desnivelará y estará en negativo…
El Real Madrid no sabe, en toda la extensión del término, qué hacer con Hazard. Su valor de mercado es prácticamente nulo porque su altísima ficha (cerca de 30 millones de euros netos) es incolocable y deportivamente está siendo un espectador más. De privilegio, eso sí. Ancelotti quiso reconvertirlo en falso nueve una vez arrojada la toalla de ver esa versión es esláloms y conducciones infinitas y endiabladas del Hazard del Chelsea. Tampoco funcionó. Ahora mismo, Hazard es la tercera opción en la banda izquierda (por detrás de Vinicius y Rodrygo), la cuarta de punta (hasta Mariano le ha adelantado) y la tercera por la zona derecha del ataque (propiedad de Fede Valverde con Asensio intentando asomar un poco la cabeza). Una relevancia nula. Y para un partido que podía llevar su nombre, este del Celtic y más porque en el 0-3 en Glasgow se vio al último Hazard
La situación de Hazard es crónica: o está lesionado o apenas juega. Sin grises. Y tiene contrato aún hasta 2024. Un futbolista desnortado en el Madrid que sigue insistiendo, cuando le ponen un micrófono delante, en que no ha perdido la brújula y volverá por sus fueros (”Espero poder demostrar que sigo en lo más alto”, aventuró la semana pasada a la revista de la FIFA). Un triple desde su campo que se basa en conseguir en el Mundial recuperar la chispa. Una última bala desesperada.
La duda es qué carga de pólvora puede portar ese casquillo. Hazard no ha jugado ni un minuto en las últimas siete jornadas de Liga y en total ha tenido 229 esta temporada. Puede plantarse en Qatar sin tener el equivalente a tres partidos (270 minutos) en sus piernas. Hazard será un avión de papel entre ‘cazas’ supersónicos de combate. Lo único que tiene de su parte es la fe inquebrantable de Roberto Martínez. El seleccionador belga sostiene a su capitán con un discurso de esperanza. “Eden puede reiniciar la máquina rápidamente”, insistió allá por junio.
Un salto de fe para los Diablos Rojos de Bélgica que no se comparte en el Real Madrid. El club entiende que Ancelotti ha hecho lo que ha podido y que no hay más cera que la que arde. Un Mundial para revivir futbolísticamente a Hazard no entra en los planes. Es material más para un cuento fílmico navideño (nunca mejor dicho por estas fechas mundialistas) a lo Frank Capra que para la dura realidad del fútbol profesional de la élite entre las élites.