Hacía 64 años que Gales no marcaba en un Mundial y casi siete décadas después, en Oriente Medio y ante la atención de todo el planeta de nuevo, los galeses regresaron a lo grande: empate de oro a última hora y gol de su auténtico ídolo, Gareth Bale. Hay un antes y un después de Bale en la selección galesa. Un salto incuestionable. Cuando llegó él al equipo nacional, Gales sólo había disputado un Mundial y ninguna Eurocopa. Con Bale, Gales ha encadenado dos Eurocopas y un Mundial de manera casi consecutiva. Toda una hazaña.
“Gales rememoró la noche más brutal de su historia y lo rescató nuevamente el hombre que nos hace soñar”, escribió el Wales Online. “Apenas se le puede recordar tocando el balón en la primera mitad, excepto cuando fue amonestado por una entrada por detrás. Solo parecía estar un segundo fuera del ritmo. Pero luego, crucialmente, logró ese penalti y lo despachó con rotundidad”, analizan en su país.
A Qatar llegó Gales en un perfil mucho más bajo que en anteriores torneos, cuando era estrella del Real Madrid. A pesar de haber logrado el tanto que forzó los penaltis en la final de la MLS, que además luego acabó con título, su estado físico era una incógnita porque apenas ha jugado como titular esta temporada en Los Ángeles FC. “Estoy bien físicamente, me encuentro exactamente donde quiero”, dijo ante los medios. “Me he relajado mucho los días previos al Mundial. He jugado al golf, por supuesto, es lo que más me evade del fútbol”.
Dicho y hecho. A las primeras de cambio apareció de nuevo para marcar un gol histórico para Gales. El Mundial que ha ido perdiendo estrellas como Benzema o Mané por lesión recupera a una que parecía ya olvidada, una que en el madridismos desata emociones encontradas: jugador de grandes partidos, espectador en temporadas completas.