El fútbol inglés recibió una sanción de cinco años sin participar en competiciones europeas tras la tragedia de Heysel (1985). La campaña militar rusa en Ucrania ha colocado al fútbol ruso al borde del mismo precipicio. La selección fue excluida del Mundial, los clubes no pueden disputar competiciones europeas y se ha producido un éxodo masivo de futbolistas a países extranjeros, incluido ucranianos.
“Todo está en manos de la FIFA. Los clubes rusos pueden volver en diez años, dentro de un año o nunca”, comentó a EFE Mikhaíl Prokopets, abogado de la compañía internacional SILA que representa los intereses de los clubes rusos.
Clubes rusos, excluidos de Europa
El pesimismo cunde en el fútbol ruso. La FIFA y la UEFA se muestran inflexibles desde que condenaran al fútbol ruso al ostracismo el 28 de febrero, cuatro días después del estallido de los combates.
La campaña militar rusa en Ucrania se alarga y, como mínimo, los equipos rusos estarán marginados hasta 2023. El Spartak Moscú, que se había clasificado para los octavos de final de la Liga Europa, ni siquiera pudo saltar al campo por culpa de la “operación militar especial”.
Con todo, los clubes rusos no se rindieron y recurrieron al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), pero éste rechazó el 15 de junio pasado los recursos presentados tanto por la Unión de Fútbol de Rusia (UFR) como por los clubes afectados de cara a esta temporada: Zenit, Sochi, Dinamo y CSKA.
La UFR se planteó denunciar al TAS por el perjuicio económico causado o acudir al Tribunal Supremo en Suiza. Pero Prokopets considera que Rusia carece de “instrumentos legales para recurrir el laudo arbitral”.
“Es una decisión que está al margen del terreno jurídico. Depende de factores externos”, comentó.
El abogado asegura que la imposibilidad de competir contra equipos de otros países es un “gran problema” para el desarrollo del fútbol nacional y para la economía de los clubes.
“Si los clubes no juegan en Europa no puedes vender a buen precio a tus mejores jugadores ni tampoco fichar otros futbolistas, ya que estos prefieren disputar la Liga de Campeones. Si no juegas contra los mejores, también ganas menos en derechos de televisión. Es una historia global”, explica.
Además de las pérdidas económicas y los problemas para encontrar patrocinio, algunos clubes punteros rusos están también teniendo problemas con la equipación debido a la decisión de grandes marcas como Nike de abandonar el mercado ruso. Por increíble que parezca, algunos futbolistas incluso han recibido la instrucción de no regalar camisetas a los aficionados.
En el plano deportivo, también se han producido desequilibrios debido a que los equipos del sur de Rusia no pueden viajar en avión desde sus ciudades y deben desplazarse en autobús y tren a aeropuertos en otros lugares. Y es que por motivos de seguridad las autoridades cerraron los aeropuertos de las regiones cercanas a la frontera ucraniana.
Estampida de legionarios
Una de las consecuencias más graves para el fútbol ruso ha sido la estampida de futbolistas extranjeros, especialmente europeos. El detonante fue la decisión de la FIFA de permitir que jugadores y técnicos que militan en clubes rusos y ucranianos suspendan unilateralmente su vinculación contractual hasta el 30 de junio (la autorización de FIFA de suspender los contratos de jugadores extranjeros fue prorrogada posteriormente hasta el 30 de junio de 2023). Los clubes, atados de pies y manos, se encuentran indefensos.
“Si viviéramos en el vacío, la decisión de la FIFA es absolutamente ilegal. Infringe todas las reglas que regulan el fútbol en los últimos años desde el sistema de traspasos, a la estabilidad de los contratos o la propiedad privada”, denuncia Prokopets.
El Krasnodar perdió nueve jugadores -acabó jugando con once futbolistas rusos- y a su técnico, el alemán Daniel Farke. Aunque, recientemente, volvieron el colombiano Córdoba, el ecuatoriano Ramírez y el brasileño Caio.
El Rostov también perdió a siete jugadores, pero logró salvar la categoría. No tuvo tanta suerte el Rubín Kazán, que descendió de categoría con el exseleccionador, Leonid Slutski en el banquillo.
De los grandes, el técnico alemán del Dinamo Moscú, Sandro Schwarz, aguantó hasta el fin de la temporada pasado para hacer las maletas y ha sido sustituido por el serbio Jovanovic. También se quedó en el Spartak hasta alzarse con el título de la Copa de Rusia el italiano Paolo Vanoli, que ha sido reemplazado por el español Guillermo Abascal. El alemán Josef Zinnbauer relevó a su compatriota Makus Giskol en el Lokomotiv. El Zenit es el único que ha logrado mantener a su plantilla, con la excepción del brasileño Yuri Alberto.
“Para los extranjeros que juegan en Rusia no hay ningún problema. Siguen viviendo y jugando. Pese a todo lo que está pasando, hay muchos jugadores extranjeros en la liga rusa. Clubes ucranianos como el Shakhtar también han recurrido al TAS. Ni rusos ni ucranianos están satisfechos”, destaca.
Los cinco futbolistas ucranianos que aún jugaban en la liga rusa abandonaron sus equipos nada más consumarse la invasión rusa: Rakitskiy (Zenit), Ordets (Dinamo), Ivanisenya (Krylia Sovétov), Poliarus (Akhmat) y Kulakov (Ural). Les acompañó también el técnico ayudante del Dinamo, Andréi Voronin, pero no el histórico capitán de la selección ucraniana, Anatoli Tymoschuk, que decidió permanecer en el organigrama técnico del Zenit, lo que le ha convertido en un traidor a la patria en Ucrania.
La otra cara de la moneda es que Rusia ha decidido apostar por el mercado latinoamericano, de donde proceden muchos de los fichajes de este verano. Los futbolistas latinos son más baratos que los europeos y, lo que es más importante, están menos politizados.
La selección, sin Mundial
“Lo más curioso es que si lees el fallo, ni la selección ni los clubes rusos son responsables de lo que ocurre. Eso es muy importante. El fútbol ruso no es responsable”, explica Prokopets.
En cambio, en mayo la UEFA excluyó a la selección rusa de todas las competiciones, incluido la Liga de las Naciones. Eso se suma a la duro revés que supuso para el equipo dirigido por Valeri Karpin no poder enfrentarse en Moscú a Polonia en la repesca mundialista. La herida aún sigue supurando, ya que los polacos eliminaron a Suecia y lograron un billete para Catar.
Desde que cayera por la mínima ante Croacia en noviembre, derrota que le impidió clasificarse directamente, Rusia no tiene con quien jugar. Karpin, ocioso desde entonces, ha tenido que compaginar el trabajo de seleccionador con el técnico del Rostov. En septiembre el combinado nacional volverá a reunirse para disputar un amistoso, pero aún se desconoce el rival. Los candidatos oscilan entre Irán, Bielorrusia y Arabia Saudí.
El abogado admite que “no puede ser optimista”, ya que la emoción del fútbol está en que “un pequeño le gane a un grande”, en que “el Rotor de Volgogrado reciba al Manchester United”. La esperanza de que el aislamiento sirva para desarrollar el fútbol base no le vale como consuelo.
“Eso hay que hacerlo siempre, no sólo ahora. La FIFA nos ha creado muchos problemas. En ruso se dice que no hay que arreglar lo que no está estropeado. Es lo que ha hecho la FIFA, tocar lo que no hay que arreglar”, argumenta resignado.